viernes, 23 de abril de 2010



La Escuela Cusqueña


La prestigiosa Escuela de Pintura Cusqueña o Pintura Colonial Cusqueña, se caracteriza por su originalidad y gran valor artístico. Fue el resultado de la unión de dos culturas, la clásica europea y el anhelo de los pintores indígenas, criollos y mestizos de la Indias de expresar su realidad y su visión en el arte sacro. Es la única en el mundo que estofa con láminas de oro, pintando directamente sobre este metal. Existen maravillosas representaciones de este estilo de arte. Dentro de los pintores que trabajan en la sede del gran Imperio Inca, destacan en la majestuosidad de este arte, entre otros, el Inga Diego Quispe Tito, Basilio Santa Cruz Pumaccacallo y Antonio Sinchi Roca Inga, los que le darían reputación universal.
El aporte del arte español y, en general del europeo, influye en la afamada Escuela Cusqueña desde época muy temprana, cuando se inicia la construcción de la primera Catedral de Cusco que data de 1534, hoy Iglesia del Triunfo aledaña a la Catedral Mayor, cuya construcción se inició el 11 de marzo de 1560, la misma que se consagró el domingo 19 de agosto de 1668. Inicialmente la pintura colonial fue de tema sacro, y realizada por frailes y legos de los diferentes conventos asentados en la ciudad imperial, los que llegaron acompañados de grabados de arte flamenco que sirvieron de fuente de inspiración de muchos artistas. Cabe resaltar que el indígena peruano es ancestralmente artista, eso se ve en todas las manifestaciones llamadas precolombinas.
Con la llegada de la Orden Jesuita al Cusco en 1571 se inicia la construcción de su Iglesia. Ese mismo año la Orden pidió para el Perú los servicios de Bitti por ser “...maravilloso pintor...”. Bernardo Bitti (1548-1610) llegó al Perú el 31 de mayo de 1575 junto con el Procurador Diego de Bracamonte. Entre el año de su arribo y 1585 trabajó en Lima sus primeras obras para la Iglesia de San Pedro entre 1576-1580, lo hace para otras ordenes hasta su viaje al sur del virreinato. Se le encuentra en Cusco en 1585 realizando el retablo principal junto con el H. Pedro de Vargas, trabaja pinturas y un mural para la Capilla de Indios adjunta a la Iglesia de la Compañía en dicha ciudad y perdidos en el terremoto de 1650. Su estancia en la Cusco es la que marca un cambio radical dentro del estilo de la pintura cusqueña. Pasó a Juli ese mismo año, de allí al Alto Perú y a otras ciudades del Virreinato, dejando en cada lugar, lienzos que enriquecen hoy los templos de la Compañía de Jesús. Nuevamente se le encuentra en Cusco entre 1592-1598, realizando pinturas como La Asunción de María en el Convento de la Merced del Cusco; ocho grandes cuadros de los principales Misterios de la vida de Nuestro Salvador Jesucristo y la imagen del Niño Jesús para la Cofradía de los Indios en el Cusco. Relieves en maguey como: Santa Margarita, San Ignacio Obispo de Antioquía, San Gregorio Papa, San Sebastián y Santiago el Mayor, que se encuentran en el Museo Histórico Regional del Cusco y la Virgen del Pajarito en la Catedral de la misma ciudad.
Este artista y sacerdote jesuita introduce el estilo de pintura europeo del siglo XVII, el Manierismo, dicha tendencia predominó en Italia desde el final del Renacimiento del siglo XVI, hasta los comienzos del período Barroco en los inicios del siglo XVII. El nombre de esta manifestación artística, introducida por Miguel Ángel Buonarroti, (1475-1564), se caracteriza por el tratamiento elegantemente alargado de las figuras, el brillo frío de sus colores y el hábil manejo de los escorzos. La definición de este estilo se le debe al pintor, escultor y escritor, Giorgio Vasari (1511-1574), él que acuñó el término Renacimiento (rinascita), consciente del continuo renacer en las artes. Es también conocido como el primer historiador del arte italiano; fue el iniciador de una enciclopedia de biografías artísticas que continúa hasta hoy.
Luis de Riaño, es otro exponente reconocido de la Escuela Cusqueña, pintor criollo nacido en Lima en 1596, discípulo del italiano Angelino Medoro. Riaño, artista de mucho prestigio, al que no se le conoce obra en Lima, se traslada a la ciudad del Cusco, parte de su obra se encuentra en la Iglesia de Andahuaylillas, en dicho pueblo se conservan el Bautismo de Cristo en la Capilla Bautismal, firmado en 1626; en la portada de ésta capilla se ve escrita la fórmula del bautismo en castellano, latín, quechua, aymará y puquina; asimismo se puede ver que los querubines que la adornan llevan la firma de Riaño; en la misma iglesia existe un San Miguel Arcángel pintado en 1628 y vestido a la romana sojuzgando al demonio; para el Monasterio de Santa Catalina de Cusco, una Inmaculada, en la firma se lee: Luis de Riaño faciet en el Cusco año de 1638. En 1643 realizó un retablo para la doctrina de Urcos, con las imágenes de La Fe, la Esperanza y la Caridad, en la tarja alta pintaría una imagen de San José.
Diego Cusi Guamán, muralista y pintor indígena cusqueño; activo desde fines del siglo XVI en Urcos y Chinchero. En los primeros años del siglo XVII realiza su magnífica obra mural: El Bautismo de Jesús, que se encuentra en el Baptisterio de la Iglesia de Urcos provincia de Quispicanchis-Cusco, fue realizada entre 1603-1607, lleva su firma, ésta se encuentra impresa en una cinta sujeta por un ave, se lee: “DON DºI CVSI GVAMN ME FE$T” (Cusi Guaman me fecit). Este es el primer maestro indígena que firma de esta forma en una cinta sujeta por un ave.
El arte Barroco tuvo influencia en la pintura cusqueña a través de la obra de Francisco de Zurbarán (1598-1664). El más representativo de este estilo fue el pintor Marcos Ribera, activo en el Cusco; algunos de sus cuadros llevan claramente la firma: Marcos de Rivera Salazar. Firmó un concierto con el Comendador Fray Antonio Camargo, el 24 de noviembre de 1660, Rivera se comprometió a pintar una Concepción, Posteriormente pintó cinco cuadros de la serie de San Juan Bautista para la parroquia de Tinta. En La Merced del Cusco existe una pintura que representa a San Pedro Nolasco conducido en brazos por dos ángeles, firmado y fechado en 1666. En 1694 pinta trece lienzos de diversos Santos y a satisfacción del Padre José Manuel de Elguera, Rector del Colegio de San Borja del Cusco, destacan el que representa a San Ignacio herido, que está en el altar mayor de la Iglesia de la Compañía del Cusco y un San Estanislao sobre un corcel socorriendo al ejército cristiano contra los turcos. El último registro de éste pintor son seis obras realizadas para el pueblo de San Salvador de Calca, Cusco, fechadas en 1699.
Costumbre de la época, heredada de Europa, era que los artistas se agremiaran en diferentes grupos; existió el primer Gremio de Pintores liderado por Bartolomé Luys en Lima en 1649. El gremio del Cusco, tras una querella y protesta de los indígenas y mestizos, se divide en 1683, quedando separados españoles e indígenas, lo que llevó a estos últimos a abandonarla, quedando los pintores, encarnadores y doradores, libres de las reglas e imposiciones del gremio para poder crear sus obras de acuerdo a sus propios intereses y sensibilidad artística e iniciar un trabajo independiente. En Cusco, los pintores nativos formaron su propio gremio; se sabe que Ignacio Gamarra oriundo del Cusco, lidera y es titulado Alcalde del Gremio de pintores de su ciudad natal. Según Archivos Históricos del Cusco, figura un lienzo de su mano fechado en 1785. Así pues, los gremios sentaron las reglas para la producción artística, pero no impusieron condiciones a todo lo que fue creado.
Ignacio Chacón es otro pintor de la Escuela Cusqueña. Activo en el siglo XVIII. Discípulo del maestro Marcos Zapata. Realizó los cuadros de la vida de San Pedro Nolasco del claustro principal de la Merced del Cusco, algunos tienen fecha de 1763; en la pintura de la muerte del santo figura entre el grupo de personajes el retrato del mecenas del arte, el Obispo Mollinedo, Prelado de esa ciudad entre 1673 y 1699. En el Convento de Ocopa (1707), hay también cuadros pintados por Chacón; representan la vida de San Francisco y en uno de ellos se puede leer “... estos 4 lienzos se pintaron en la ciudad del Cuzco en el año 1763 y se hizo con la habitual habilidad de pincel del maestro Ignacio Chacón...”. En 1775, junto con Cipriano Gutiérrez fabricó un Arco del Corpus Christi en el que fueron ayudados por Pedro Nolasco Araujo, Andrés Rodríguez, Jacinto Zegarra y con el Inga Hermenegildo Xara. Su obra de 1765, La Madona y el niño con Ave, la cual forma parte de la colección privada de Engracia y Frank Barrow Freyer de arte peruano colonial en el Museo de Arte de Denver-USA, fue transportada a una estampilla del Servicio Postal de USA con motivo de las fiestas de Navidad del 2006.
En el Cusco surgió a mediados del siglo XVII una poderosa generación de pintores indígenas, protegidos por el Obispo Manuel de Mollinedo y Angulo, quien vino al Perú en 1671, se hizo cargo de la Diócesis del Cusco en 1673, y falleció en esa ciudad en 1699. Contribuyó con su apoyo al progreso de la posteriormente afamada Escuela Cusqueña. Apoyó la creciente actividad de pintores indígenas y mestizos, hace que esta pintura se reconozca como nativa, sin estar alejada de la influencia europea y producida por los naturales, los que siguen su propio camino lleno de color, los artistas se manifiestan con temas sacros-costumbristas como, la procesión del Corpus Christi, y decoran vírgenes y santos con flora y fauna andina, con toques primitivos; este tipo de pintura es la también llamada mestiza.
Juan Sinchi Roca Inga, indígena noble, activo entre 1691 y 1708. Hermano de Antonio. Maestro, natural de la villa de Maras, Marquesado de Oropesa-Cusco; su casa ostenta blasón en una portada esculpida en piedra. El Rey Felipe III concedió, el 1 de marzo de 1614, el título de Marquesa de Santiago de Oropesa, unido a la dignidad perpetua de Adelantada del Valle de Yupangui, a Doña María de Loyola y Coya-Inca, Señora de Loyola y representante legítima de los antiguos soberanos incas del Perú. Doña María de Loyola Coya-Inca, I Marquesa de Santiago de Oropesa, I Adelantada del Valle de Yupangui y Señora de Loyola, era pariente de San Ignacio de Loyola. Casó con Don Juan Enríquez de Borja, nieto de San Francisco de Borja. En 1691 junto con Juan Inca Raurahua o Rauraura se contrataron para hacer 4 docenas de lienzos en el plazo de 2 meses. En 1705 trabajó junto con el maestro indígena Felipe García para la Iglesia de Yucay, Urubamba-Cusco, un lienzo de La Cena, colocado en la parte interna del arco toral (arco principal) de dicha iglesia. En 1704 trabajó para la misma diócesis un lienzo del Juicio Final.
Antonio Sinchi Roca Inga, es otro pintor indígena de alcurnia, así lo señala la denominación, Inga. Nació en la misma casa que su hermano Juan, en la villa de Maras, Marquesado de Oropesa, actual Quispicanchi-Cusco. Activo en el Cusco en los siglos XVII y XVIII. En 1687 se contrató con Lázaro Quispe para facturar unas pinturas. En 1698 contrató junto con Bernabé Nina Inga, un lienzo de La Inmaculada. Entre 1699 y 1700, realizó varios cuadros para la Catedral del Cusco, destacan entre ellos: Los Cuatro Evangelistas, la obra que representa al Evangelista San Lucas está firmada: Antonio Sinche Roca Inga - pinto con Juan Inca Raurahua.
De autor anónimo existe una serie de retratos de soberanos indígenas, cuadros genealógicos del gran Imperio Inca, en cuanto al tratamiento técnico, aparecen rasgos típicos del naciente estilo pictórico, faltos de perspectiva, y con fragmentación del espacio, cambian los colores usados normalmente por los colores intensos propios del ámbito de residencia. Igualmente de origen anónimo de fines del siglo XVII, son los dieciséis cuadros del Corpus Christi que se encuentran en el Museo de Arte Religioso del Arzobispado, originalmente en la iglesia de Santa Ana, este conjunto de pinturas están consideradas unas verdaderas obras de arte, la calidad del dibujo, los rostros de los personajes principales muy bien realizados y la riqueza del colorido, además de su alto valor histórico, ya que muestra al Cusco colonial y sus diversas clases sociales, lo que hacen de estas obras una verdadera joya de la pintura histórica cusqueña.
Considerado el pintor icono de la Escuela Cusqueña, es el Inga Diego Quispe Tito, nacido en 1611 en la Parroquia de San Sebastián, distrito del Cusco; activo casi hasta finalizar el siglo. Es la obra de este artista la que marcaría el rumbo de las características que tendría la pintura cusqueña en adelante; como cierta libertad en el manejo de la perspectiva, un verdadero interés en el paisaje y la abundancia de aves en frondosos árboles, dándole mas importancia al paisaje que a los personajes en sí, pinta aves coloridas, que en forma sutil, representan a la “Maskaypacha” Corona imperial del Inka, de la que pende el lláutu, que alude a la nobleza incaica a la cual pertenecía. Sus lienzos denotan un mestizaje entre el primitivismo autóctono cusqueño y el manierismo occidental de la época, con una clara influencia de la pintura barroca europea. No se le conoce maestro. Son numerosos los cuadros firmados por Diego Quispe, todos ellos de escenas bíblicas del Nuevo Testamento. Dentro de sus obras importantes destaca la serie de doce composiciones sobre la vida de San Juan Bautista, se encuentran en la nave principal del templo de San Sebastián, de su pueblo natal. Sobresalen dos colosales lienzos dedicados a San Sebastián de increíble maestría, el del asaetamiento y el de la muerte del santo, y por último, su serie del Zodiaco, de clara influencia europea y que el artista pinta para la Catedral del Cusco hacia 1680. Su última pintura está fechada en 1685, -por lo que se deduce su fallecimiento- es la obra titulada: Las Postrimerías del Hombre, se encuentra en el Convento de San Francisco del Cusco, representa el juicio final, está firmada de forma muy sutil en uno de los barrotes de hierro de la puerta del purgatorio: “ D. Diego Quispe Tito-1685 Años ”.
Basilio Santa Cruz Pumaccallao, considerado otro de los grandes artistas de la escuela cusqueña de ascendencia indígena. En 1661 concertó para hacer 24 lienzos, en los cuales habría de pintar 12 ángeles y 12 vírgenes. En 1662 por encargo del Capitán Don Laureano Polo de Alarcón pintó y firmó una de las obras más notables de la Escuela Cusqueña, el San Laureano que se encuentra en la Merced del Cusco, ésta obra marcó un nuevo estilo en la pintura cusqueña, el barroco clasicista. En 1667 pintó para el Convento de San Francisco del Cusco cuatro lienzos murales acerca de la vida del Santo, en el lienzo de la Muerte de San Francisco se ve la firma, D. Basilio Ð Sta.Cruz F. Por encargo mecenas del arte del Cusco el Obispo Mollinedo y Angulo, pintó una Virgen de la Almudena y a partir de 1690, pinturas para la Catedral cusqueña. Se contrata para decorar los muros del costado del coro y de los brazos del transepto. En el cuadro de la Virgen de Belén, ubicado en el coro, sobresale un retrato del obispo Don Manuel de Mollinedo en la antigua catedral hoy Iglesia del Triunfo, un San Isidro Labrador lleva su firma: Basilio me fecit anno 1693. De su mano es La Última Cena, lienzo de grandes dimensiones, en la cual se ha reemplazado el cordero pascual por un cuy.
Marcos Zapata, cusqueño de nacimiento, es considerado el artista más importante del siglo XVIII, de producción prolífica, la mayor cantidad de obras se fechan entre 1748 y 1764. Destacan los de 1755 donde se comprometió a pintar cincuenta lienzos de la Letanía Lauretana de Nuestra Señora, para colocarse en los medios arcos de la Catedral del Cusco. Además de los lienzos citados el artista decoró el interior de la sacristía y la puerta que da acceso a ella. Pintó lienzos murales acerca de la vida de San Ignacio de Loyola, para la Iglesia de la Compañía del Cusco, en uno de ellos se lee: “se acabó los lienzos de la Iglesia a 16 de enero del Año 1762-Marcos Zapata me fecit-y aiudo Sipriano Gutierres”. Su obra se caracteriza por la abundancia de flora y fauna y de un llamativo colorido.
Otro tipo de pintor y según documentos, eran los encarnadores indígenas, la encarnación en las tallas aún perdura en el tiempo.
La pintura colonial cusqueña y limeña, llegó a otros continentes, se producen obras a gran escala y en grandes obradores, (talleres) las que salen por encargo a diferentes ciudades del virreinato y al extranjero.
El Arte Peruano, en todas sus manifestaciones, sigue siendo un tesoro para la humanidad, por su calidad y belleza, así se demuestra con el Señor de Sipán y con Machu Picchu, elegida como una de las 7 maravillas del mundo moderno.

jueves, 22 de abril de 2010

arte silva






sagrada familia virgen madona





virgen de la cuchara








arcangel rafael





santa rosa de lima







miércoles, 21 de abril de 2010

pintura cusqueña



Diego Quispe Tito.- Nació por 1611 en el pueblo cusqueño de San Sebastián y murió después de 1681. Descendía de los Incas y por eso firmaba: “Diego Quispi Titu Inga”. Fue el pintor indio más notable que produjo la Escuela Cusqueña. Para la parroquia de su pueblo natal pintó cinco series: Los Doctores de la Iglesia (1634-1649), La Pasión (1635-1663), San Juan Bautista (1663), San Sebastián (1679), y San Isidro Labrador (1680). Asimismo, pintó La Piedad, hoy en la capilla sebastianina de San Lázaro (1643), El Juicio Final para los franciscanos cusqueños (1675), La Sagrada Familia retornando de Egipto (1680) y la famosa serie Los Meses del Año o Los Signos del Zodíaco (1681), hoy en la capilla catedralicia del Triunfo. De sus obras tempranas las más meritorias son La Inmaculada (1627) y La Visión de la Cruz (1631).Fue Quispe Tito el maestro cobrizo que introdujo en la pintura cusqueña los elementos flamencos de paisajes y ciudades, fuentes y jardines, aves y flores, las telas finas y los brocados en los ropajes femeninos y angélicos. Sus lienzos salieron del Cusco y llegaron a La Paz y Potosí. Dejó una larga lista de discípulos, la impronta de su taller y una obra no superada. Está considerado, repetimos, el mejor pintor indio de la Escuela Cusqueña.




La célebre escuela de pintura cuzqueña o pintura colonial cusqueña, se caracteriza por su originalidad y su gran valor artístico, los que pueden ser vistos como resultado de la confluencia de dos corrientes poderosas: la tradición artística occidental, por un lado, y el afán de los pintores indios y mestizos de expresar su realidad y su visión del mundo, por el otro.
El aporte
español y, en general europeo, a la Escuela cuzqueña de pintura, se da desde época muy temprana, cuando se inicia la construcción de la gran catedral de Cusco. Es la llegada del pintor italiano Bernardo Bitti en 1583, sin embargo, la que marca un primer momento del desarrollo del arte cusqueño. Este jesuita introduce en el Cusco una de las corrientes en boga en Europa de entonces, el manierismo, cuyas principales características eran el tratamiento de las figuras de manera un tanto alargada, con la luz focalizada en ellas y un acento en los primeros planos en desmedro del paisaje y, en general, los detalles.

Nuestra Señora de Belén, pintura anónima del siglo XVII perteneciente a la Escuela Cuzqueña. La forma triangular en forma de montaña de la imagen evocaría a la Pachamama o Madre Tierra de los antiguos peruanos.
Durante sus dos estancias en el Cusco, Bitti recibió el encargo de hacer el retablo mayor de la
iglesia de su orden, reemplazado por otro después del terremoto, y pintó algunas obras maestras, como La coronación de la Virgen, actualmente en el museo de la iglesia de La Merced, y la Virgen del pajarito, en la catedral.
Otro de los grandes exponentes del manierismo cuzqueño es el pintor
Luis de Riaño, nacido en Lima y discípulo del italiano Angelino Medoro. A decir de los historiadores bolivianos José de Mesa y Teresa Gisbert, autores de la más completa historia del arte cuzqueño, Riaño se enseñorea en el ambiente artístico local entre 1618 y 1640, dejando, entre otras obras, los murales del templo de Andahuaylillas. También destaca en estas primeras décadas del siglo XVII, el muralista Diego Cusihuamán, con trabajos en las iglesias de Chinchero y Urcos.
El
barroco en la pintura cuzqueña es sobre todo el resultado de la influencia de la corriente tenebrista a través de la obra de Francisco de Zurbarán y del uso como fuente de inspiración de los grabados con arte flamenco provenientes de Amberes. Marcos Ribera, nacido en el Cusco en los años 1830, es el máximo exponente de esta tendencia. Cinco apóstoles suyos se aprecian en la iglesia de San Pedro, dos en el retablo mayor y otro en un retablo lateral. El convento de Santa Catalina guarda La Piedad, y el de San Francisco, algunos de los lienzos que ilustran la vida del fundador de la orden, que pertenecen a varios autores.
La creciente actividad de pintores indios y mestizos hacia fines del
siglo XVII, hace que el término de Escuela Cuzqueña se ajuste más estrictamente a esta producción artística. esta pintura es "cuzqueña", por lo demás, no solo porque sale de manos de artistas locales, sino sobre todo porque se aleja de la influencia de las corrientes predominantes en el arte europeo y sigue su propio camino.
Este nuevo arte cuzqueño se caracteriza, en lo temático, por el interés por asuntos costumbristas como, por ejemplo, la procesión del Corpus Christi, y por la presencia, por vez primera, de la
flora y la fauna andinas. Aparecen, asimismo, una serie de retratos de caciques indios y de cuadros genealógicos y heráldicos. En cuanto al tratamiento técnico, ocurre un desentendimiento de la pespectiva sumado a una fragmentación del espacio en varios espacios concurrentes o en escenas compartimentadas. Nuevas soluciones cromáticas, con la predilección por los colores intensos, son otro rasgo típico del naciente estilo pictórico.

La anunciación de la Virgen, pintura de Luis Riaño de 1632. Discípulo en Lima del italiano Angelino Medoro, Riaño se instaló en el Cusco hacia 1630, donde sus técnicas y temáticas fueron muy influyentes.
Un hecho ocurrido a fines del siglo XVII, resultó decisivo para el rumbo que tomó la pintura cuzqueña. En
1688, luego de permanentes conflictos, se produce una ruptura en el gremio de pintores que termina con el apartamiento de los pintores indios y mestizos debido, según ellos, a la explotación de que eran objeto por parte de sus colegas españoles, que por lo demás constituían una pequeña minoría. A partir de este momento, libres de las imposiciones del gremio, los artistas indios y mestizos se guían por su propia sensibilidad y trasladan al lienzo su mentalidad y su manera de concebir el mundo.
La serie más famosa de la Escuela cuzqueña es, sin duda, la de los dieciséis cuadros del
Corpus Christi, que originalmente estuvieron en la iglesia de Santa Ana y ahora se encuentran en el Museo de Arte Religioso del arzobispado, salvo tres que están en Chile. De pintor anónimo de fines del siglo XVII, estos lienzos son considerados verdaderas obras maestras por la riqueza de su colorido, la calidad del dibujo y lo bien logrados que están los retratos de los personajes principales de cada escena. Por si fuera poco, la serie tiene un enorme valor histórico y etnográfico, pues muestra en detalle los diversos estratos sociales del Cusco colonial, así como gran cantidad de otros elementos de una fiesta que ya entonces era central en la vida de la ciudad.
El pintor indio más original e importante es
Diego Quispe Tito, nacido en la parroquia de San Sebastián, aledaña al Cusco, en 1611 y activo casi hasta finalizar el siglo. Es en la obra de Quispe Tito que se prefiguran algunas de las características que tendrá la pintura cusqueña en adelante, como cierta libertad en el manejo de la perspectiva, un protagonismo antes desconocido del paisaje y la abundancia de aves en los frondosos árboles que forman parte del mismo. El motivo de las aves, sobre todo del papagayo selvático, es interpretado por algunos investigadores como un signo secreto que representa la resistencia andina o, en todo caso, alude a la nobleza incaica.
La parte más valiosa de la obra de Quispe Tito se encuentra en la iglesia de su pueblo natal, San Sebastián. Destaca la serie de doce composiciones sobre la vida de San Juan Bautista, en la nave principal del templo. De gran maestría son, asimismo, los dos enormes lienzos dedicados a
San Sebastián, el del asaetamiento y el de la muerte del santo. Famosa es, por último, la serie del Zodiaco que el artista pinta para la catedral del Cusco hacia 1680.

La adoración de los Reyes Magos, pintura anónima realizada entre 1740 y 1760, perteneciente a la escuela Cuzqueña de Pintura. Es una representación mestiza de una célebre pintura de Rubens.
Otro de los gigantes del arte cuzqueño es
Basilio Santa Cruz Puma Callao, de ascendencia indígena como Quispe Tito, pero a diferencia de éste, mucho más apegado a los cánones de la pintura occidental dentro de la corriente barroca. Activo en la segunda mitad del siglo XVII, Santa Cruz deja lo mejor de su obra en la catedral, pues recibe el encargo de decorar los muros del costado del coro y de los brazos del transepto. En el cuadro de la Virgen de Belén, ubicado en el coro, sobresale un retrato del obispo y mecenas Manuel de Mollinedo que es considerado por los especialistas obra capital de la Escuela cuzqueña de pintura.
Tal es la fama que alcanza la pintura cuzqueña del siglo XVII, que durante la
centuria siguiente se produce un singular fenómeno que, curiosamente, dejó huella no sólo en el arte sino en la economía local. Nos referimos a los talleres industriales que elaboran lienzos en grandes cantidadespor encargo de comerciantes que venden estas obras en ciudades como Trujillo, Ayacucho, Arequipa y Lima, o incluso en lugares mucho más alejados, en los actuales Argentina, Chile y Bolivia. El pintor Mauricio García, activo hacia la mitad del siglo XVIII, firma, por ejemplo, un contrato para entregar cerca de quinientos lienzos en siete meses. Por supuesto que se trataba de lo que se conocía como pintura "ordinaria" para diferenciarla de la pintura "de brocateado fino", de diseño mucho más elaborado y colorido más rico.
El artista más importante del siglo XVIII es
Marcos Zapata. Su producción pictórica, que abarca más de 200 cuadros, se extiende entre 1748 y 1764. Lo mejor son los cincuenta lienzos de gran tamaño que cubren los arcos altos de la catedral del Cusco y que se caracterizan por la abundancia de flora y fauna como elemento decorativo.
El singular desarrollo artístico esbozado hasta aquí ha llevado a los ya mencionados José de Mesa y Teresa Gisbert a afirmar que
"el fenómeno cuzqueño es único y señala en lo pictórico y cultural el punto en que el americano enfrenta con éxito el desafío que supone la constante presión de la cultura occidental"